jueves, 5 de marzo de 2015

La iniciación Tántrica Hiperbórea



 Durante los últimos años ha tenido gran predicamento la búsqueda de la iluminación kundalínica, el samadhi o satori tántrico por medio del ejercitamiento del maithuna oriental, que no es sino el uso de la energía sexual de acuerdo con determinadas normas y disciplinas, en las que mediante la unión sexual sin orgasmo del sadhaka con la sacerdotisa tántrica, la representante de la diosa Kali o de la originaria Lilith, se pretende la ascensión de la energía kundalínica, chacra a chacra, desde el inferior, muladhara, hasta agna y finalmente hasta el chacra coronario, sahasrara o brahmachacra, que dará lugar, presuntamente, si el practicante no equivoca su actuación que podría derivar en tremendos perjuicios físicos y mentales, a la fusión con lo divino, lo búdico, la unidad esencial.

Para los gnósticos hiperbóreos la disyuntiva espiritual es clara y terminante, el hombre tiene ante sí dos caminos y deberá elegir uno de ellos: el camino del Espíritu o el camino del alma, agrandar el Yo o renunciar a él, reflejar al Incognoscible o reflejar al Demiurgo. 


"Quien elija el camino del alma, afirman, será disuelto en el Demiurgo."

Quien elija el camino del Espíritu deberá enfrentar al Demiurgo y luchar contra él cara a cara, única manera de liberar su Espíritu. Y en este sentido un peligro para el aspirante hiperbóreo, si elige el camino tántrico, es que, como sea que la iniciación yoguística tántrica procura trasmutar al microcosmos humano en un plazo muy breve y conseguir, de ese modo, la identificacion del sujeto con el principio, es decir, con el arquetipo universal y, a través de éste, con el Uno, el Demiurgo, en tal caso el logos kundalini fagocitaría al sujeto anímico y lo refundiría en su esencia cósmica: el samadhi, o los estados nirvanicos, indican que el sujeto animico, el Alma, se ha identificado con el Uno, y que de este modo el sujeto, impulsado por el logos kundalini, ha dado el "gran salto" desde el brahmachakra y se ha situado en un "nivel de conciencia macrocósmico"; el "gran salto" significa que el sujeto ha cruzado el puente metafisico que conduce al plano arquetípico y allí se ha expandido sobre los planos cósmicos por difusion en el aspecto "belleza" o "inteligencia activa" del Demiurgo Creador.
En esta lucha final, el Demiurgo será la gran fuerza disolvente, también llamada kundalini, el Demiurgo en el hombre. El Logos kundalini es el aspecto Logos del Demiurgo y, como tal, es el Verbo de el Uno manifestado en el microcosmos. Kundalini es, en el cuerpo humano, el Logos "creador" o "plasmador de formas", expresión análoga del Logos Solar o Logos Cósmico. Está "dormido" porque el microcosmos ya fue creado, y evoluciona, siguiendo el proceso del Arquetipo Manú de su raza.

"Si el guerrero fracasa no tendrá una segunda oportunidad en ese Manvantara.
Su yo podrá ser desintegrado en mil pedazos, morirá o se volverá loco."

En los manicomios hay muchos de estos casos: "guerreros" vencidos por la fuerza kundalini del Demiurgo. Y, advierten los Hiperbóreos, en el mejor de los casos el sadhaka que experimenta con la consecución por esta vía, la denominada "vía húmeda", se convertirá en un adorador permanente del Creador, o en un "maestro" de la logia blanca.

Por el contrario, si el yo del Espíritu es lo suficientemente fuerte, podrá vencer al demiurgo-kundalini y liberar al Espíritu para siempre. Perderá su conciencia por breve tiempo y resucitará luego como Espíritu. El guerrero podrá apoderarse, además, de la fuerza kundalini y usarla contra el mismo Demiurgo.
En esta guerra final, tan esencial y definitiva, el guerrero podrá perderlo todo durante ese manvantara o ganarlo todo por toda la eternidad.
Mediante esta iniciación tántrica, el Espíritu triunfante puede llegar a arrebatar al Demiurgo parte de su creación, un cuerpo y un alma, transformándolos en Espíritu y en materia divina sobre la que aquel ya no tiene control. 
El objetivo exotérico declarado de toda yoga es despertar a Kundalini y hacerla subir por el canal shushumna, de chakra en chakra, hasta el centro superior ajna chakra. Desde allí, la fuerza de Kundalini permitirá extender la conciencia a los otros cuerpos sutiles del hombre y llegar al sahasrara o loto de los mil pétalos, adonde se logra la fusión con el Demiurgo Brahma, mediante un "salto de conciencia" hacia la inmanencia absoluta.
Con la conciencia en el sahasrara se consigue un éxtasis que consiste, paradójicamente, en la disolución de la conciencia individual, luego de su fusión o identificación con la "conciencia cósmica" o sea: con el Demiurgo.
Para el Tantra Hiperbóreo este objetivo exotérico, el estado de trance o samadhi y la fusión con El Uno o nirvana, en el sahasrara, es simplemente un suicidio.
La casta Kshatriya hindú, origen en ciertos aspectos del gnosticismo nirvánico hindú, después de la catástrofe atlante había conservado como herencia de sus antepasados gran parte de la Sabiduría Hiperbórea: en especial, la casta guerrera conocía el Misterio de A-mort, el secreto de la caída original del Espíritu Hiperbóreo; tal secreto permitía la práctica de una iniciación nupcial durante la cual se aprovechaba el poder plasmador del logos kundalini en beneficio de una vía secreta de liberación de la Sabiduría Hiperbórea: éste era el llamado "Yoga Occidental" del cual se derivaría, luego de una tremenda degradación cultural, el Tantra yoga, del cual conocemos actualmente algunas variantes exotéricas.
El objetivo hiperboreo del Tantra Yoga consiste en remontar la memoria de la sangre hasta el momento del encadenamiento espiritual, hasta dar con el primer recuerdo asentado en el simbolo del origen; este recuerdo corresponde, como es natural, al gran antepasado hiperboreo.
Y dicho  yoga occidental se basa en dos principios activos fundamentales: la presencia volitiva del yo, la colaboracion de una mujer hiperborea, la mujer Kaly o Lilith, con el fin de conseguir un "reencuentro" con el espiritu, anhelado durante millones de años. La mujer hiperborea sera quien, en el curso del acto sexual, o maithuna, proyecte sobre el sadhaka la forma de "Lilith", la compañera guerrera del espiritu hiperboreo;   de esa "trasmutacion" el sadhaka no resultara convertido en Manu demiúrgico sino en guerrero hiperboreo, en siddha inmortal, pues para el Tantra yoga, como para cualquier otra vía gnóstica hiperbórea de liberación, el objetivo declarado es el regreso al Origen, el desencadenamiento del Espíritu, su reorientación estratégica, su reversión, y la libertad absoluta de la eternidad. Ello lo hará el sadhaka, desde luego, no identificando el microcosmos con el principio del arquetipo Manú demiúrgico, sino plasmando la forma del logos plasmador, de kundalini, con la imagen de Lillith y consumando en la sangre la boda mágica del gran antepasado hiperbóreo.

Transmutando el cuerpo físico del sadhaka e inmortalizándolo durante la práctica del maithuna, el acto sexual, el guerrero hiperbóreo tántrico logrará su ansiado objetivo. Quedará así liberado de las cadenas Kármicas, permitiendo que se manifieste en él la conciencia del espíritu hiperbóreo.
Llegado a tal estado, con su cuerpo de vraja y su conciencia gnóstica despierta, se es ya un Siddha, un ser capaz de aplicar la posibilidad pura que brinda el Vril y abandonar, si lo prefiere, el Universo material.
El maithuna o unión sexual es, en el Tantra, la culminación de un ritual y a este ritual se llega luego de una larga preparación filosófica y práctica.
Especialmente se aprende a controlar la respiración y el ritmo cardíaco a voluntad y luego a distinguir los nadis, o canales internos de energía y los chakras, o vórtices de energía.

Si el sadhaka tántrico lo llega a conseguir sin perderse en la locura por una desviación de la delicadísima energía o impulso del logos kundalini, el Espíritu, le dice el Lucifer interno al aspirante, se hará una sola entidad divina con su cuerpo y su alma. A partir de entonces, asegura la promesa luciférica, será para siempre un Espíritu-Alma-Cuerpo, por toda la eternidad.
Esta entidad tendrá los mismos rasgos físicos que tenía el guerrero en el momento de su transformación, de su transmutación en materia divina de vajra indestructible. El cuerpo y el alma, divinizados e incorporados por el Espíritu, serán el trofeo que ostentará eternamente como recuerdo de su paso triunfante por el mundo perverso de la materia creada.
Un hombre así, que se habrá liberado del Demiurgo y de su cadena de reencarnaciones, ha roto definitivamente con todo lo creado, con todo lo que para él era impuro, y producirá siempre una inmensa conmoción y desequilibrio en el universo creado. 

En su consecuencia, el objetivo esotérico del Tantra gnóstico, hiperboreo o luciférico, es el mismo de toda estrategia hiperbórea y de todas esas prácticas que vienen a constituir los ofrecimientos al aspirante espiritual de la ficción y la tentación luciféricas: la mutación de la naturaleza animal del hombre de a pié por la presuntamente divina e inmortal del Siddha luciférico. Y es por eso precisamente que debe tenerse bien en claro que el virya hiperboreo, por medio del tantra, no busca ninguna fusión con el Cristo sino, por el contrario, persigue aislarse totalmente de El para ganar la individualidad absoluta que otorga el "Vril". 


Es evidente por tanto que la técnica iniciática que promueven y fomentan los Hiperbóreos, en el sentido más oriental, constituye un atajo más en el orden de las mancias, las magias y los chamanismos de los tiempos antiguos, al margen del único fin justificativo de la existencia humana, según el Plan divino.




Solo la consciencia y la consecución de una individualidad madura, asentada y libre, permitirá, con la asistencia y trascendencia de la componente luciférica anímica, una verdadera emancipación de este mundo de sufrimiento y dolor, para que eventualmente la Humanidad logre liberarse de las cadenas de la materia, por el propio esfuerzo y constante sacrificio consciente, hasta constituirse en su día en una Jerarquía Divina y Espiritual, si prospera el plan divino, constituirá el rasgo esencial guardado para el ser humano: la Libertad, que tanto añoran los Hiperbóreos Luciféricos.

domingo, 1 de marzo de 2015

La iniciación Hiperbórea (Espiritual) o la iniciación Demiúrgica Cristiana (del Alma)



Todo hombre, tarde o temprano, establecen los autores gnósticos, deberá optar por uno de los dos únicos caminos, opuestos e irreconciliables, que existen para él: la realización de su Alma o la realización de su Espíritu. No hay una tercera posibilidad. El camino de la mano derecha, hacia el Demiurgo, a través del perfeccionamiento del alma, o por el contrario el Camino de la Mano Izquierda, hacia el Incognoscible, a través de la liberación del Espíritu.



El Alma o el Espíritu son lo que constituye la meta u objetivo particular de una iniciación, y por ello, sólo existen iniciaciones del Alma e iniciaciones del Espíritu. Ambas tienen por finalidad facilitar el acceso del aspirante hacia el destino escogido por él. La Iniciación Hiperbórea, es el tránsito, no espacial ni temporal, sino estratégico hacia el Selbst (Sí-mismo), hacia Hiperbórea terrestre, hacia Thule, hacia Agartha, hacia el Valhalla, hacia Venus, hacia el Origen, hacia Hiperbórea original, fuera del demencial Universo material creado por El Demiurgo, El Uno, hacia la eternidad del Espíritu, cerca del Dios Incognoscible y de Kristos Lucifer, el Gran Jefe de la Raza de los Espíritus Hiperbóreos. 


Para los gnósticos hiperbóreos, el objetivo de las iniciaciones del Alma tiene por objeto la fusión final con el Demiurgo. Si alguien nos habla de la "unión con Dios", de "perderse en Dios", de la "fusión de la conciencia individual con la Conciencia Una", del samadhi (disolución en el Demiurgo), etc., los seguidores de Lucifer sabrán, que se encuentran frente a una religión, secta o movimiento esotérico dirigido finalmente por el Demiurgo, y en su consecuencia las iniciaciones que se puedan otorgar allí, serán iniciaciones del Alma y no del Espíritu. Por el contrario, en las iniciaciones del Espíritu jamás se habla de fusión con ningún Dios. Al final del camino, cuando se produce el enfrentamiento total con el Demiurgo, afirman los Hiperbóreos, el iniciado deberá resistirle y rechazarle, excluirle y excluirse para siempre. En estos casos no se hablará del samadhi sino del kaivalya: que significa separación absoluta. Pero un kaivalya especial, no sólo una separación total con respecto a todo lo creado por el Demiurgo, sino que el verdadero kaivalya comprende inevitablemente la separación total y absoluta del Demiurgo mismo.


Además, un principio fundamental de la iniciación luciférica sería distinguir que en las iniciaciones que conducen al Demiurgo se procura, afirman ellos, en el aspirante un debilitamiento paulatino del Yo y su posterior renuncia a él. Los gnósticos luciféricos creen que todo movimiento religioso que trabaje a favor del Demiurgo le dará una gran importancia a la necesidad de anular al Yo en los aspirantes. Tienen el convencimiento de que para que la fusión con el Demiurgo tenga éxito, es fundamental que el aspirante renuncie totalmente a su Yo. Una vez que el yo se haya desintegrado, la cáscara vacía en que el iniciado se ha convertido será llenada inmediatamente por el Demiurgo. 


Tal hombre, afirman, se ha entregado al Demiurgo como un animal que va a su propio sacrificio, hacia la nada y la nada es llenada por el Demiurgo. Y así se ha cumplido la meta del Demiurgo, ese hombre ha recorrido un largo camino para terminar disolviéndose en Aquel que le creó. A la inversa, en las iniciaciones del Espíritu, afirman los hiperbóreos, se procura siempre una ampliación y engrandecimiento del Yo y una acumulación suplementaria de "poder". Agrandar y aumentar el Yo, alegan, es acercar el Espíritu. Pues si no existe el Yo, el Espíritu no puede manifestarse. Renunciar al Yo es renunciar al Espíritu. Obviamente no se refieren al Yo como Alma, sino al yo como afirmación del poder personal y el ego.
Así como en las iniciaciones del Alma se habla de evolución, de futuro y de progreso, cuando se dice que "El alma debe evolucionar hasta fundirse con Dios", o que "Toda la creación evoluciona hacia Dios", o que "La sociedad humana continuará evolucionando hasta llegar a ser una comunión universal de almas", en las iniciaciones del Espíritu se habla de retorno y de pasado. Para los gnósticos el mundo marcha hacia su degradación y su destrucción, ya que nada bueno nos espera en el futuro. Es imprescindible la restauración de Algo que existió en el pasado. Para reparar la Gran Injusticia cometida por el Demiurgo y sus Jerarquías, es preciso retornar hacia ese pasado para desactivar todo, para liberar lo que haya que liberar y para destruir lo que haya que destruir. Y sobre todo es preciso distinguir, dicen abiertamente, que en eso que denominan las iniciaciones del Alma se hablará de compasión, devoción, amor, generosidad y servicio. Compasión por todos los seres creados por el Demiurgo, amor al Demiurgo y a los demás hombres, haciendo se hincapié en la culpa y en el arrepentimiento..


 "Amor a todo lo que el Aliento de Vida Divina ha traído a la existencia". Servir a los demás, a los "Maestros" de la Logia Blanca y al Demiurgo, dicen, "para que se cumpla el Plan de la Tierra ". 
Por el contrario, en las iniciaciones del Espíritu se habla del aspirante como de un guerrero que ha declarado la guerra total a las fuerzas de la materia. No se habla de paz sino de espada, se habla de lucha por la libertad y de asaltar el cielo. No se habla de amor ni de devoción, ni de culpa ni de arrepentimiento, sino de deber, de honor y de venganza. Hay que tener en cuenta que a medida que el aspirante se va Espiritualizando, aumentan en él la agresividad y la repulsión contra todo lo que es anti-Espiritual e impuro, material y creado. 


Es, ni más ni menos que la hostilidad natural del Espíritu hacia el Demiurgo y hacia su obra. Y ahí distinguen y establecen claramente que si el Espíritu sintiera amor hacia el Demiurgo y su creación, no sería un Espíritu, sería un Alma. El Alma, afirman, es amor puro (al Demiurgo y su obra). El Espíritu es odio puro (al Demiurgo y a su obra).
La consumación de su liberación y emancipación se realiza durante la ceremonia de iniciación, en la que el aspirante se dirige al Demiurgo declarando su independencia con respecto a él y a su creación, comunicándole expresamente que ya no pertenece a su esfera de autoridad y que ha trascendido todo su poder e influencia. El iniciado reconoce al Dios Incognoscible, rechaza la autoridad del Dios creador y sus mandamientos, y declara que ha sido liberado para siempre del poder del Demiurgo. Y por tanto a partir de allí su relación con el Demiurgo será completamente distinta. A través de la iniciación gnóstica, el iniciado luciférico ha cambiado radicalmente su relación con el Dios creador, pues por fin se ha separado del Demiurgo y de toda la creación. Se ha separado de su cuerpo y de su alma. Ha quedado fuera de las leyes que rigen el mundo de la materia y del tiempo, fuera de todo lo que no sea su esencia, su Espíritu. 

¿Por qué estoy aquí, en este mundo?, se pregunta el aspirante gnóstico Y se contesta, siguiendo la filosofía espiritual luciférica: estoy aquí para ser usado como animal de laboratorio, en un experimento descabellado y demencial concebido por un Dios inferior. Este plan requiere del aprisionamiento de mi Espíritu Eterno, a fin de utilizar su potencia antimateria para impulsar la evolución de ese engendro impuro y perecedero denominado cuerpo-alma. Para que un hombre pueda alcanzar alguna vez el objetivo final para el cual ha sido creado, que sería su fusión y su transformación en el Demiurgo, es imprescindible la potencia de un Espíritu. Esta energía antimateria, capaz por sí sola de poner en peligro a toda la creación, es parcialmente desactivada y disminuida a fin de ser utilizada sin peligro.


 Para ello el Espíritu debe ser encerrado y confundido, para que aporte solo una ínfima parte de su potencial a la obra siniestra del demiurgo. Por tanto mi finalidad en esta vida es que debo despertar. Debo tomar conciencia de mi verdadera situación y hallar una salida. A continuación deberé liberarme y escapar de la prisión. A partir de entonces el Espíritu liberado le está arrebatando al Demiurgo creador su obra más importante y echando por tierra con sus planes, dice el creyente gnóstico, que piensa que el Demiurgo creó al hombre para que le admire y adore devocionalmente. Y al final ha de ocurrir justamente lo contrario: el cuerpo y el alma del hombre habrán de ser transformados por el Espíritu en opositores radicales al creador y a su obra.
 La Gnosis Primordial, el Lucifer interno, en el momento de la iniciación luciférica y antes dentro de todo el proceso de liberación del Espíritu, le dice al aspirante  que debe elegir uno de sus yoes, el más fuerte, el más parecido a su Espíritu. No importan los demás yoes, sólo importa ese yo, el yo del Espíritu. Hay muchos yoes en cada hombre, pero solo uno corresponde al Espíritu. El resto son yoes del Alma. Estos últimos impulsan al hombre a "amar a Dios", "amar al prójimo", "poner la otra mejilla", "compartir todo con los demás", "colaborar en la obra de Dios", etc. El Yo del Espíritu, por el contrario, es el máximo opositor al creador y su creación. Por ello es preciso distinguir entre el Yo que corresponde al Espíritu y al Dios Incognoscible, por una parte, y los demás yoes, verdaderas legiones de diablos, por la otra, dice la doctrina gnóstica hiperbórea. El Espíritu en el hombre representa al Dios Incognoscible. El cuerpo y el Alma del hombre representan al Dios creador y por lo tanto es eso lo que debemos distinguir: el bien (el Espíritu) y el mal (el cuerpo-alma demiúrgico) dentro del hombre.
Hasta aquí hemos expuesto con la mayor objetividad posible las líneas preconizadas por los promotores de la Iniciación Hiperbórea, con todos sus matices luciféricos y gnósticos, y lo cierto es que la Iniciación Luciférica fue la única Iniciación correcta posible durante todos los miles de años previos a la encarnación de Cristo hace dos mil años en el mundo físico. Todas las iniciaciones que en nuestro planeta han tenido lugar durante milenios se han producido  gracias a la intervención y las energías de Lucifer, tal y como explica en reiteradas ocasiones Rudolf Steiner. Y en realidad Lucifer planteó un problema a la evolución humana por lo excesivo de su moralidad, puritanismo y espiritualidad, que hubieran desligado prematuramente a la humanidad del mundo material, y fue por esa razón que Jehová tuvo que vincular al ser humano a la tierra a través de los instintos y las pasiones, tal y como explica Steiner al hablar de la exacta naturaleza de la Octava Esfera.


A nuestro entender tanto la Iniciación Luciférica, como lo fue la budista, con su moralidad estrictamente rígida y su patente rechazo por el mundo material, como la Iniciación Ahrimánica (la de los Mahatmas Hindúes de Blavatsky y la de los Brujos mexicanos de Castaneda) son líneas de Iniciación ya antiguas y desviadas, pero ninguna de ellas puede ser designada con rigor como pertenecientes a la Iniciación Invertida o de Magia Negra, que pertenece a un orden de realidad absolutamente diferente. ¿Dónde enclavar a la Hiperbórea que reivindica la violencia destructiva netamente asúrica del NS?. La Iniciación Luciférica persigue un bien para la Humanidad: que retorne a su situación primigenia, en un estado de plenitud y bienaventuranza, en el mundo suprasensible. 


Ahriman*, a su vez, es menos realista todavía que Lucifer, hasta el punto de considerar factible convertir el "infierno" del mundo físico material en un "Paraíso", en el que los hombres puedan vivir felices, y así, pretende conseguir aislar a la tierra de las destructivas y nefastas influencias Asúricas y convertirlo en un "vergel" para el disfrute del ser humano.
(*) En la antigua religión zoroástrica, Ahriman es el representante del Mal, el que se enfrenta a Ahura Mazda, principio del Bien. El filósofo austríaco Rudolf Steiner consideraba a Ahriman, junto a Lucifer, como un poder espiritual que se hallaba por encima del ser humano.
El reino de Ahriman es la materia, siendo él el señor absoluto.
 

Bajo el punto de vista iniciático cristiano, en un prisma básicamente realista,   se comprende que el "paraíso en la tierra" es una utopía irrealizable. Allí donde estén los Asuras no habrá nunca paraíso posible, y los Asuras son inseparables del mundo material, pues tales seres son las únicas entidades capaces de generar materia física, y mientras la humanidad precise del mundo físico para adquirir una consciencia individualizada y autónoma, habrá de seguir pagando su deuda a tales entidades, los Espíritus de la Oscuridad. 


Artículo de Revista Biosofia