1- La
caída de la humanidad
Los
mitos antiguos nos hablan de la existencia de seres y civilizaciones
superiores y fantásticas. En ellos
hallamos la fuente principal de los
diversos esoterismos, los cuales se hallan generalmente asociados a
sucesivas caídas de
la Humanidad. Las tradiciones
relativas a la existencia de una raza primigenia superior, igual a los
dioses o hija de los
dioses, existen y se encuentran a
cada paso en las numerosas cosmogonías. Estas tradiciones relatan un
cataclismo planetario
y un diluvio que aniquiló totalmente
las civilizaciones terrestres hace unos 12.000 años, coincidiendo con
el fin del último
periodo glacial.
Existe
un conocimiento
esotérico que guarda la memoria de
etapas civilizatorias antiguas y de civilizaciones ya perdidas y
olvidadas en las nieblas
del pasado. En un tiempo remoto
habríamos conocido tres ciclos sucesivos (aire, tierra, agua), y el
último sería el ciclo
del agua, o del diluvio, recuerdo
catastrófico registrado tanto en los libros tibetanos como en los
escritos Vedas o en la biblia
judía. La idea de periódicas destrucciones apocalípticas
rellena las lagunas de la historia,
al mismo tiempo que explica el sentido de la Creación en un eterno
devenir.
Existen
diversas teorías que tratan de explicar la historia y la esencia del
mundo en que vivimos. La variedad
de matices que han desarrollado las
religiones humanas es interminable, por lo que nosotros las hemos
resumido en dos corrientes
raíz:
1-
La
primera corriente
entiende que el “Dios Creador” del
mundo y de la materia es un dios “bueno”. En este marco hallamos
el judaísmo y sus diversas
derivaciones según el cual el hombre sería un ser culpable e ingrato
sometido a un proceso de purificación
consecuencia del pecado de
desobediencia al “Altísimo”. En esta misma argumentación, en la creencia
de una Creación
que tiende hacia la “perfección” en
el regreso junto al Dios Creador, encontramos la teoría del
“evolucionismo
espiritual”. Este, a semejanza de la
teoría científica materialista de la evolución, situa a todos los seres
vivos desde
la célula más elemental hasta el
hombre, en un proceso de evolución hacia la perfección dentro del Plan
Universal de la Creación.
La consecuencia de esta teoría del
mundo es que al ser Dios bueno y Creador, al mismo tiempo, de la
materia, ésta no puede
ser otra cosa que esencialmente
buena. Por este motivo, sobre esta argumentación, toda interrogación
suplementaria parece
superflua. Esta concepción ha
conseguido satisfacer a las masas; sin embargo, nunca ha recogido los
sufragios de la minoría
(los menos), pues no esclarece el
sentido de la lucha por la vida.
2-
Por
otra parte encontramos
la cosmogonía dualista, la cual
entiende que tanto si se trata del combate entre el bien y el mal, el
fuego y el hielo, la
luz y las tinieblas, el hombre está en conflicto con un mundo que debe “transmutar”,
si quiere cumplir plenamente su destino.
Frente al monismo espiritual, se levanta, siempre combatida y siempre
renaciente,
la cosmogonía dualista, llena de
energía, que ve la vida como una lucha incesante entre diversos
elementos. Estamos en un
mundo que no es fijo, estático, sino
más bien inestable, en pleno cambio. El combate del hombre en este
mundo se ha de fundamentar,
según el dualismo, en la conquista
de la divinidad. Según esta visión del mundo, nuestros remotos
antepasados, aquellos de
los que heredamos la conciencia y
las facultades superiores, no son seres creados del barro y animados por
el aliento de Jehová
(Creador del mundo), sino que son
seres “extraterrestres”, venidos de otros planetas o de otros mundos.
2- El dualismo
y el "eterno retorno"
Las
grandes religiones
de masas tratan de ganarse el favor
de los seres humanos e intentan, con mayor o menor habilidad, dar una
respuesta coherente
a la inquietud fundamental sobre el
Origen y el Final.
El
verdadero esoterismo es el que permite alcanzar a conocer más allá de lo
común en el camino hacia la divinidad.
Tratando de preservar el verdadero
conocimiento, las antiguas leyendas germánicas, así como las sagas
nórdicas, al igual que
los vedas hindúes, enseñan, a través
de una mitología que en ocasiones nos parece enrevesada, el camino
hacia los dioses.
Los
primeros persas
conocieron, con la religión
mazdeísta de la luz, el dualismo cósmico. Al provenir los germanos de la
misma raza indoeuropea
que los persas de origen, los puntos
de convergencia entre ambas creencias no deben sorprendernos. Así, el
dualismo luz-tinieblas,
y el culto del astro solar, eje del
sistema religioso, son otros tantos símbolos comunes a los germanos de
Tácito y a los
persas de Zoroastro (Zaratustra). Sabiendo esto, no resulta sorprendente que Nietzsche, el filósofo alemán de la renovación y de la voluntad de poder, se haya
abrevado en las fuentes de la tradición irania para la inspiración poética de su “Zaratustra”.
En el siglo X,
en Islandia, hallamos la mitología escandinava de los Edda, transcrita por el monje Sigfusson.
El origen de esta mitología
se halla seguramente a una época
infinitamente anterior al siglo X y revela una concepción del mundo que
anuncia, tras el
reinado espléndido de los dioses, el
no menos famoso Crepúsculo de los dioses,
seres caídos que intentan en vano, ante el asalto de las fuerzas
tenebrosas, reconquistar
su trono en medio de la confusión
resultante del caos de los pueblos. Pero el ciclo debe llegar a su fin,
y, después de una
lucha épica, los dioses serán
vencidos, arrastrando al mundo en su caída, hasta que una nueva aurora
vea brotar, de una tierra
purificada, la luz y “el signo de
justicia”. He aquí un tema que vamos a encontrar otra vez en las
enseñanzas
de Zoroastro, el gran profeta del mazdeísmo y padre espiritual de una religión
que buscaba andar de nuevo los hilos del conocimiento perdido; nos referimos a la gnosis.
3- Los hiperbóreos
En
contraposición
a las ideas evolucionistas, la gran
tradición aria nos habla de un mundo sometido a procesos involutivos y
de “Paraísos
peridos”. El hombre en este mundo no
evolucionaría hacia la perfección, sino que involucionaría o
descendería desde
naturalezas superiores o divinas
hasta la situación actual en la que nos encontramos. Esto se explica en
la historia de las
sucesivas razas de oro, plata,
bronce y hierro a las que se refiere Hesiodo y la tradición aria de la
India.
La
mera evolución
natural en este mundo no alcanzaría
mayor perfección ni mayor desarrollo de capacidades superiores, sino
únicamente adaptación
al medio. El mundo actual no
permitiría crear seres superiores, pues su misma naturaleza se hallaría
corrompida.
A este respecto,
Miguel Serrano afirma en el libro “Nos. Libro de la resurección”: “No
hay en el Universo
más que una Historia, una
Civilización, una Guerra: la de los Dioses Blancos. Todo lo demás es
involución de su Edad Dorada.
Tú y yo involucionamos de los Dioses
Blancos. Quetzalcóatl, Konticsi Huirakocha (Viracocha) eran Dioses
Blancos; como Wotan,
Orfeo, Apolo, Siva, Abraxas, Thor y
Lucifer. Los otros, los seres disminuidos que hoy habitan las
superficies martirizadas,
son los esclavos supervivientes de
la Atlántida, de la Lemuria, los “hombre-robots”, los hombres-hormigas,
los
animales-hombre, que produjeron el
cataclismo y que lo repetirán con su rebelión y su ignorante soberbia.
Son los “elementalwesen”
contra los cuales librará su última
batalla la Wildes Heer, la Horda Furiosa de los Héroes de Parsifal, de
Odín, de Quetzalcóatl.”
En
el origen de
los tiempos, los Dioses Blancos
llegaron hasta este mundo desde “otros mundos”, otros universos, otras
realidades.
La predicción del Wala, al comienzo del Edda
islandés nos habla de “los gigantes nacidos con el alba de los días, estos gigantes
que me enseñaban en otro tiempo la sabiduría”. En las antiguas leyendas, los gigantes son descritos como una “raza roja”,
es decir, de cabellos rojos, ya que se vuelve a hablar de
cabezas rojas. La gigantomaquia
describe así los gigantes anteriores al diluvio: atlantes, titanes,
cíclopes u hombres de
cabellos bronceados. Es preciso
admitir que la noción de rojo ha estado siempre ligada, a través de toda
la antigüedad, a
las razas nórdicas y célticas, es
decir, del Atlántico Norte. En los frescos tibetanos que muestran “los cuatro reyes de las cuatro direcciones del espacio”, el Oeste está representado por una figura roja
que tiene en sus manos una especie de pequeño monumento funerario.
Conocido es que
el nacionalsocialismo tiene por meta recrear y recuperar “la raza perdida”.
En esta tarea nunca ha dejado a la mecánica del mundo la evolución o
selección
sino que ha desarrollado siempre un
proceso de recuperación dirigido con una finalidad específica. Se trata
de purificar la
raza de tal forma que sean
extirpados los “aspectos demoníacos que dieron lugar
al diluvio”. Un proceso
alquímico de purificación, no una evolución adaptada a los patrones de
este mundo. El objetivo
es recrear una raza que por un lado
sea vigorosa y sana y que por otro lado sea de raza pura o divina,
autoconsciente, de
mente clara e inteligente. La
finalidad última está en conseguir un ser capaz de recuperar las
capacidades superiores o divinas.
Sólo una raza sana y vigorosa, pero
además de consciencia poderosa y mente clara, despierta e inteligente
puede llegar a alcanzar
un día el dominio total de sí misma
(la libertad) y despertar el poder espiritual.
Tal
vez los antiguos
griegos consiguieran percibir
atisbos de la gloria de esos seres en sus dioses, sus estátuas marmóreas
y su ideal de perfección.
En algunos individuos y razas
actuales podríamos hallar retazos de ese ser superior, aunque ya
mezclado, involucionado, decaído,
ofuscado y torpe.
Platón
propone una educación sana y armoniosa,
destacando la importancia de la
gimnasia (cuerpo vigoroso), así como de la música, y señalando además la
necesidad de la condición
racial. Mediante diversas prácticas
esotéricas y la práctica del sexo sagrado, los iniciados en los
misterios de la antigüedad,
buscaban encarnar en la raza
espíritus superiores.
Dos son
los condicionantes principales en la cuestión racial. Por un lado el
vigor físico y la salud del
cuerpo y por otro lado, la pureza
racial o espiritual. Por la pérdida de la pureza racial, el que fuera
hiperbóreo involucionó
hacia la animalidad, perdiendo la
espiritualidad pura, cayendo en la rueda del “samsara”, siendo desde
entonces
azotado por los males y miserias del
mundo, la enfermedad, el vicio, la muerte, la animalidad, en
definitiva.
Históricamente
han habido diferentes
manifestaciones de la espiritualidad aria, momentos en los cuales el
vigor del espíritu ario ha prevalecido
sobre el principio del caos y la
confusión del mundo. En líneas generales, toda civilización es creación,
en origen, del genio
ario, desde la más antigua hasta la
actualidad. Naciones que en la actualidad no son arias, habrían sido
arias en un principio
(al menos en sus clases dirigentes) y
otras naciones no arias habrían conseguido civilizarse gracias a su
convivencia con
arios.
Prometeo,
en la mitología griega, roba el “fuego
de los dioses” para entregárselo a
los mortales. Parece estar refiriéndose este suceso a un acto en el que
la sangre
(o fuego) aria (o dioses) pasa a
encarnar en algunos hombres, de tal forma que desde entonces una nueva
raza de hombres participará
de las capacidades y el conocimiento
divino. En ese momento se produjo una quiebra o crisis en el mundo y Zeus (dios de dioses), encadenó a Prometeo
en una roca de las montañas
del Cáucaso haciendo que un águila
devorara su hígado que le volvía a crecer una y otra vez para ser
nuevamente devorado.
La
biblia judía
se refiere al mismo tema cuando nos
habla de los “nephelin” que engendraron hijos en mujeres de la tierra
para
crear una raza de gigantes, “héroes famosos de la antigüedad”. También
el demiurgo Jehová condena a Adán y Eva y los expulsa del Paraíso impidiéndoles
que coman del árbol de la vida “no sea que coman de él y vengan a ser como uno
de nosotros”.
Las
razas sujetas
a la rueda del “samsara” o del mundo
procederían exclusivamente del proceso conocido como “evolución”
o adaptación al medio, siendo
manifestaciones demiúrgicas, esto es evolución del animal.
La
raza aria, en
su origen, manifestaría la
espiritualidad pura o divina. Este tesoro prometeico es el fuego o
sangre de los dioses encarnado
en el hombre. La alquimia racial
nacionalsocialista busca la recreación del ario, extirpando los
“aspectos demoníacos”
mediante la purificación racial.
Si
tratáramos de
hacer una síntesis de los escritos
antiguos, podríamos llegar a la conclusión de que una raza de “dioses”
se mezcló
con mujeres mortales, dando lugar a
una raza de héroes o semidivinos. Prometeo
es el equivalente de Lucifer,
o tal vez sea el mismo, y ambos habrían desafiado
a una divinidad celosa de su
creación y temerosa de la emancipación o liberación del hombre. De la “unión de los dioses con las mujeres terrestres” nació una raza de héroes que habrían de luchar por
conquistar la inmortalidad en duras batallas. Finalmente el mismo Hércules liberará
a Prometeo de la roca del Cáucaso y será Quirón
quien le entregue su inmortalidad.
Mitos,
leyendas
antiguas, dioses y semidioses y
siempre la lucha épica por conquistar la inmortalidad. Pareciera que
hablara de nosotros mismos,
hombres divididos entre dos
naturalezas contrapuestas y sin embargo que vienen a complementarse al
final de todo.
Muchos
han buscado
a los hiperbóreos, la raza divina
vestida por trajes de aire, allá en la Patria Nórdica Polar donde los
hombres dioses celebran
sus fiestas. Pitheas de
Marsella,
navegante del siglo III antes de
Cristo, llegó hasta Islandia buscando Thule. Es una nostalgia y un
recuerdo de ese Paraíso
que llama a los peregrinos por la
“memoria de la sangre”, la sangre de los ancestros hiperbóreos.
Los
dioses estuvieron
el la tierra y de su pasado dejaron
recuerdos y señales por todo el planeta, por todos los continentes.
Restos de edificaciones
ciclópeas que jamás pudieran haber
sido construidas por hombres miserables que nisiquiera conocían ¡el
sencillo mecanismo
de la rueda o de la polea!.
Hubo otra civilización
anterior a la actual, una civilización que abarcaba todo el planeta y
que no se limitaba a este planeta.
Esta civilización era diferente en todos los sentidos al mundo actual y
tenía unos principios
y unas realizaciones que nada tienen
que ver con lo que hoy día conocemos. Entonces existieron dos
humanidades. Una humanidad
era la que hemos identificado como
hiperbórea y el resto era la raza proviniente de la evolución del
animal-hombre. Los hiperbóreos
dominaron el arte de la civilización
y establecieron diversas colonias por todo
el mundo. Su capital era Thule y se hallaba en el extremo Septentrión. Platón los
denominó Atlantes, de “A-tlan-te”, “tlan”, “tulan”, “thule”. La Atlántida
se hundió en una sola noche y Platón
nos indica que su causa fue la decadencia
racial y el mestizaje, cuando
finalmente la componente divina de los atlantes se agotó pasando a
predominar la componente
animal.
4- La corriente esotérica oculta
Toda la ritualidad del Tercer Reich
proviene de las corrientes
esotéricas de Europa perdidas en el
olvido del pasado. Estas corrientes han determinado prácticamente toda
la ritualidad protocolar,
los símbolos y hasta la arquitectura
del Tercer Reich alemán. Así encontramos
multitud de signos esotéricos como:
-el saludo “Heil” (de la runa de la victoria);
-los uniformes negros;
-la Cruz Gamada o Esvástica;
-el Gralsburg (Castillo del Gral o Grial) de Hitler;
-las expediciones nacionalsocialistas a Asia en busca de reinos perdidos;
-la Orden de Thule, origen del NSDAP (Partido Nazi);
-la pertenencia e iniciación secreta de Rudolph Hess;
-la influencia del sabio Hans Hörbigger y la doctrina de “La
lucha eterna del fuego y del hielo”;
-la mitología de Wagner;
-las analogías con las órdenes teutonas, maniqueos, gnósticos, cátaros… etc.
Puede decirse que el fenómeno nacionalsocialista fue el cruce súbito entre antiguas y viejas tradiciones
esotéricas y pagano-hiperbóricas. El mismo Adolf Hitler
se circunscribe desde
su propio nacimiento a una serie de
sucesos de orden esotérico y hermético. Nace en un mes de Venus, en
abril de 1889, día
20, a las 6 y media de la tarde, en Braunau,
en la frontera austro-alemana, lugar
famoso por ser una localidad poblada
entonces por una gran cantidad de mediums y espiritistas reconocidos,
como los hermanos
Schneider.
La Leyenda Venusina nos dice que “antes que todo existiera,
en el cielo se enfrentaron las fuerzas del Príncipe Lucifer contra las del impostor
Jehová en una contienda cósmica. Lucifer
será desde entonces el “ángel
caído”, refugiándose en el polo norte, que hoy es el polo sur o
antártico por la
inversión de la tierra en tiempos
remotos. Ahí vivirá “atrapado” en el Mundo Interior, en el “infierno”
y con él marcharán sus leales
huestes y desencadenará una recurrencia cósmica que se repetirá en las
rondas del Eterno Retorno
hasta que vuelva a recuperar el
trono que por su naturaleza le pertenece, expulsando al Impostor. Desde
la extraordinaria
guerra del libro Maharbarata hindú,
hasta la Segunda Guerra Mundial, los ecos de esta guerra primigenia se
repiten en la historia,
en donde las fuerzas impostoras
triunfan momentáneamente, convirtiendo ante el mundo a los leales en
seres oscuros y condenándolos
a las sombras; haciéndolos
“demonios”, llevándolos al mismo tormento de Wotan
en Iggdrasil o Irmisul, la Encina
Dorada, el “Árbol del Espanto” de los Sternsteine, destruido por Carlomagno”.
5- Wotán: el Kristo Pagano
Poco después del principio de esta creación, llegaron a esta seres Espirituales curiosos de la misma, y una vez dentro de ella fueron presa de una Pasión desconocida para ellos. Comenzaron a construirse un hogar en este lugar de "barro", y cansados pronto de la Labor, "se hicieron" un obrero para que tomara su lugar en el trabajo. Para ello tomaron parte de la substancia de una creatura "graciosa" y gregaria que vagaba por la tierra, y la mezclaron con la suya. Así formaron obreros a su imagen y semejanza, inteligente y agradable a su mirada para las labores y su servidumbre.
Nacido del Honor y la Voluntad del Regreso; en el abismo se llamó Navután.
Este es el Origen del Mito Ancestral de la Virgen y el Niño-Liberador.
La Cruz
Navutan se Auto-Crucifica (Nace por su Voluntad) en el Árbol Igdrassil, que es el fundamento de esta creación; y durante “nueve días” agoniza encadenado al tronco del Árbol en busca del secreto de la muerte.
Poco después del principio de esta creación, llegaron a esta seres Espirituales curiosos de la misma, y una vez dentro de ella fueron presa de una Pasión desconocida para ellos. Comenzaron a construirse un hogar en este lugar de "barro", y cansados pronto de la Labor, "se hicieron" un obrero para que tomara su lugar en el trabajo. Para ello tomaron parte de la substancia de una creatura "graciosa" y gregaria que vagaba por la tierra, y la mezclaron con la suya. Así formaron obreros a su imagen y semejanza, inteligente y agradable a su mirada para las labores y su servidumbre.
Pronto
los nuevos seres poblaron la región en la que ellos se asentaron
mientras trabajaban a su servicio. Uno de los extranjeros, presa de la
pasión, tomo a hembras de la nueva especie y copuló, Plasmando "en
Silencio", en la sangre de la hembra el "Signo del Origen", y nacieron seres con Sentido e Inteligencia asombrosas.
El
secreto pronto salió a la luz, los extranjeros eran atraídos
poderosamente por el Signo invisible en la Sangre de las hembras de la
nueva Raza, iluminada por el "silencio" del infractor.
Por
su "silencio", las Hijas de la nueva Raza engendrada les recordaban el
Origen, y en ellas; los extranjeros buscaron el Sentido y se
“enamoraron”, y engendraron hijos que, a su vez; por el Signo del
silencio en su Sangre, añoraban el Origen y pronto reclamaron su Señorio
y Supremacía sobre el resto de la creación.
Cuando
esto fue conocido por los líderes de los llegados, causo división entre
ellos; por lo que entraron en consejo. Prevalecieron los que
despreciaban a la nueva Raza y se les negó la inmortalidad. Fueron
echados de la Región que construyeron. Cumplirían su designio y serían
obreros y mortales; poco a poco su tiempo de vida se acortaría, en la
medida que el silencio en su sangre se diluía a través de las
generaciones y la mezcla con las Creaturas del Tiempo y la Substancia.
Fue
así que los llegados, convirtieron el Hado en Destino. En la Sangre de
la nueva Raza, brillaba el "silencio" del signo del Origen y este atraía
la Mirada de los Espiritus, que confundidos Amaron en el lugar
equivocado. Almas gregarias animaban esos cuerpos de Sangre Hiperbórea
portadora del Signo del Origen, encadenando la Mirada de los espíritus a
los vehículos del alma transmigrante en camino hacia su perfección. Los
seres humanos poseían ahora Individualidad y Voluntad. Lo Eterno había
sido encadenado a la Substancia que fluía en el Aliento de Un Demiurgo; y
los Espíritus Cautivos vivían la muerte el dolor y el sufrimiento en el
mundo de la Ilusión. La Eternidad había sido puesta al Servicio del
Demiurgo, y su creación convertida en un infierno.
Una de entre los llegados sintió en su Sangre el llamado del Honor, que gritaba que el Hado debía prevalecer sobre el Destino, y tuvo el Coraje de Regresar al Origen y dar la noticia de la Aventura de los Espíritus en un Mundo Infernal en el cual fueron atrapados. Que sufrían sin medida, a manos de algunos que olvidando el Honor y con engaño, se habían enseñoreado sobre ellos, que llevando el Signo del Silencio en su Sangre y añorando el Origen, les habían convertido en Servidumbre.
La Corte de la Patria del Espiritu le oyó, El Principe Concedió, y en su Vientre desde el Origen Trayó.Una de entre los llegados sintió en su Sangre el llamado del Honor, que gritaba que el Hado debía prevalecer sobre el Destino, y tuvo el Coraje de Regresar al Origen y dar la noticia de la Aventura de los Espíritus en un Mundo Infernal en el cual fueron atrapados. Que sufrían sin medida, a manos de algunos que olvidando el Honor y con engaño, se habían enseñoreado sobre ellos, que llevando el Signo del Silencio en su Sangre y añorando el Origen, les habían convertido en Servidumbre.
Nacido del Honor y la Voluntad del Regreso; en el abismo se llamó Navután.
Este es el Origen del Mito Ancestral de la Virgen y el Niño-Liberador.
La Cruz
Navutan se Auto-Crucifica (Nace por su Voluntad) en el Árbol Igdrassil, que es el fundamento de esta creación; y durante “nueve días” agoniza encadenado al tronco del Árbol en busca del secreto de la muerte.
Encadenado
a la ilusión, cuando su tiempo se agota y va a morir, de su interior
surge la ayuda de su “esposa y hermana” Freya, que sale al mundo a
través de su Único ojo abierto que Mira con Sentido, y fuera de El,
convertida en prostituta; corre a seducir a los traidores que poseen las
piezas que componen la llave del secreto. Estos, sedientos de su vulva;
“pierden la cabeza” en el instante culminante, y entregan las piezas de
la llave. Cuando al fin obtiene las "13+3 piezas", “vuela” a
entregárselas a Navután.
Cuando llega a su
lado, ve que su único ojo ya se ha cerrado. Deja caer las piezas, y
“convertida en ave”(perdiz ) ingresa en su sangre a través de la Herida
que le infringiera Loky (¿la locura del destino?) en su costado. En su
sangre Freya danza expresando los signos que representan las piezas
arrebatadas, y finalmente Navutan los descubre, y encuentra la solución
al encadenamiento de los Espiritus Cautivos.
Así
es como Navután (Wotan), con la ayuda de Freya(la Pareja del Origen),
vuelve a la vida en el abismo, y se libera de la Ilusión. Comunica a los
hombres el secreto de la Arista (el Angulo), y forma un ejército de
rebeldes.
Ignacio Ondargain
Ignacio Ondargain