No coincido con el pensamiento Gnóstico de Samael Aun Weor, pero este sí es un
excelente libro:
Lo único que pueden hacer los Parias de la vida es contemplar sedas y joyas, perfumes de lujosos frascos y paraguas para los aguaceros; ver sin poder tocar, suplicio semejante al del Tántalo.
Muchos quieren escapar de sí mismo por medio de las drogas
o el alcohol, más en verdad no sólo no consiguen tal escape, sino lo que es
peor, quedan atrapados entre el infierno del vicio.
Incuestionablemente, el término Libertad a hipnotizado a las
muchedumbres; las montañas y los valles, los ríos y los mares se han teñido con
sangre al conjuro de esta mágica palabra.
Cuántas banderas, cuánta sangre y
cuántos héroes han sucedido en el curso de la Historia, cada vez que sobre el
tapete de la vida se ha puesto la cuestión Libertad.
La Libertad es algo que hay que conseguir dentro de sí
mismo. Nadie puede lograrla fuera de sí mismo.
En tanto la conciencia, la esencia, lo más digno y decente
que tenemos en nuestro interior, continúe embotellada en el sí mismo, en el mí
mismo, en el yo mismo, en mis apetencias y temores, en mis deseos y pasiones,
en mis preocupaciones y violencias, en mis defectos psicológicos; se estará en
formal prisión.
La mente no puede buscar la verdad porque no la conoce. La
mente no puede reconocer la verdad porque jamás la ha conocido. La verdad
adviene a nosotros en forma espontánea cuando hemos eliminado todos los
elementos indeseables que constituyen el "mí mismo", el "yo
mismo".
Dos mentes severamente disciplinadas dentro de férreas
estructuras intelectuales discutiendo entre sí, polemizando sobre tal o cuál
realidad, creen cada una en la exactitud de su propio concepto y en la falsedad
del concepto ajeno, ¿Más cuál de ellas tiene la razón? ¿Quién podría
honradamente salir de garante en uno u otro caso?, ¿En cuál de ellos, concepto
y realidad resultan iguales?
Incuestionablemente cada cabeza es un mundo y en todos y en
cada uno de nosotros existe una especie de dogmatismo pontificio y dictatorial
que quiere hacernos creer en la igualdad absoluta de concepto y realidad.
Abrirse a lo nuevo es la difícil facilidad del clásico;
desgraciadamente la gente quiere descubrir, ver en todo fenómeno natural sus
propios prejuicios, conceptos, preconceptos, opiniones y teorías; nadie sabe
ser receptivo, ver lo nuevo con mente limpia y espontánea.
No hay que confundir a la conciencia con la memoria, pues
son tan diferentes la una de la otra, como lo es la luz de los focos del
automóvil con relación a la carretera por donde andamos.
Cuando intentamos inferir conceptos al observar tal o cual
fenómeno natural, de hecho dejamos de percibir la realidad del fenómeno y sólo
vemos en el mismo, el reflejo de las teorías y conceptos rancios que en modo
alguno tienen que ver nada con el hecho observado.
Todas las leyes de la naturaleza existen dentro de nosotros
mismos y si entre nuestro interior no las descubrimos, jamás las descubriremos
fuera de sí mismo.