sábado, 18 de noviembre de 2017

GIACOMO LEOPARDI


Con suma lucidez, encontramos en los pensamientos y poesías de en Leopardi (1798-1837) las corrientes subterráneas que imperan por igual en su época y en la nuestra: “nosotros somos verdaderamente hoy pasajeros y peregrinos en la tierra; verdaderamente caducos: seres de un día: por la mañana en flor, a la tarde marchitos o secos”, escribía en sus cuadernos.
En Leopardi damos con una voluntad de síntesis que roza la obsesión: un impulso por vivir, un ahínco por reconciliar las contradicciones inherentes a la vida misma y que choca incesantemente por aunar las fuerzas necesarias para seguir adelante en este mundo de continuo engaño.
 Es cierto que somos víctimas de una sensación de voraz repetición, y que nuestro objetivo es el de alcanzar una felicidad que siempre encontramos en el irrecuperable pasado o en el futuro inexistente. Pero en realidad nada transcurre en el tiempo: todo ocurre en un intelecto repleto de ilusiones por cumplir. Y es la ilusión la que constituye, para el ser humano, la única verdad que está en condiciones de sentir.
 Si leemos el “Canto notturno di un pastore errante dell’Asia”, de trasfondo marcadamente filosófico, escuchamos el apesadumbrado lamento de un pastor que clama al cielo al percatarse de la “incómoda nada” que se extiende sobre nuestra efímera existencia. Sin embargo, Leopardi no se ciñe a expresar la pena del personaje, sino que desarrolla una dolorosa y descarnada reflexión sobre la propia materia del pensar, sobre el carácter de ese sentimiento que, en nosotros, nos confirma que somos una nada en una aún más inmensa Nada.

Una suerte de nihilismo ontológico que décadas más tarde influiría decisivamente en la corriente existencialista francesa y alemana, así como en numerosos literatos españoles de finales del XIX.

Inundado de espíritu lucreciano, el italiano Giacomo Leopardi retomaría para sí uno de los adagios más conocidos del sabio romano: “¡Siempre, siempre lo mismo!” (Eadem sunt omnia semper, eadem omnia restant!), que años más tarde haría suyo, de manera simplificada, Arthur Schopenhauer (Eadem, sed aliter): siempre ocurre lo mismo, aunque las circunstancias o los actores cambien. Ambos, poeta y filósofo, de manera muy llamativa, desarrollarán sus ideas en un arco temporal muy similar. Resulta poco probable que Leopardi leyera al ínclito germano, aunque Schopenhauer sí conoció, al menos, la obra poética de Leopardi (que incluso llega a citar).

“Parece un absurdo –escribía Leopardi–, y sin embargo es exactamente cierto que, siendo toda la realidad una nada, no hay otra realidad ni otra sustancia en el mundo que no sean las ilusiones”.
En 1833, Leopardi compone en Florencia uno de los poemas más importantes de su producción por la relevancia que tendrá en el conjunto de su vida y obra, así como en autores posteriores: “A se stesso” (“A sí mismo”), DONDE DECLARA LA VACUIDAD DE LA VIDA Y SE INCLINA POR EL AMOR A LA MUERTE. “Lo que aquí se narra no es […] el fin de las bellas esperanzas incumplidas, sino el desvelamiento repentino de su radical falsedad; nada se disipa, todo se reconvierte en su contrario”.

Giacomo instauró en los Cantos todo un modo de tratar con los recuerdos, con nuestra memoria, a través de la imaginación. SI ALGO REVELA EL TALANTE DE SUPERIORIDAD DE LOS ANTIGUOS, A QUIENES LEOPARDI TANTO VENERABA, NO ES LA FELICIDAD QUE ALCANZARON, SINO EL HECHO DE HABER CREADO ILUSIONES EN LAS QUE PODER HABITAR. LA FUERZA DE LA IMAGINACIÓN ES LA ÚNICA CAPAZ DE HACER FRENTE A LA PERMANENTE Y CRUEL HUIDA DEL TIEMPO. “La historia del pensamiento y la poesía leopardianos coincide en buena parte con el viaje hacia el último límite de la contradicción, allí donde la voluntad de síntesis se enfrenta sin paliativos con la raíz misma del enigma bifronte: EL SER Y EL NO SER, LA VIDA Y LA MUERTE”.
al hilo de estos pensamientos leopardianos, que el italiano plantea los problemas no desde el punto de vista de la verdad, sino de la vitalidad: “AFIRMAR UN DESTINO FRENTE AL DESTINO, CREAR ILUSIONES PARA PODER DESEAR Y DESEAR PARA PODER SENTIR MÁS VIVAMENTE EL DOLOR. ASÍ EL HOMBRE CONSTRUYE SU IDENTIDAD, O SIMULA QUE LA CONSTRUYE, FRENTE A LA INVASIÓN DEL VACÍO”.

“Todos los deseos y esperanzas humanas, incluso en el caso de los bienes o placeres más determinados, así como de los que ya se han experimentado otras veces, nunca son completamente claros, distintos y precisos, sino que siempre contienen una idea confusa, siempre se refieren a un objeto que se concibe confusamente. Y a ello, y no a otra cosa, se debe que la esperanza sea mejor que el placer, porque contiene ese algo indefinido que la realidad no puede contener.” - Leopardi, Zibaldone.




Extraído de “Redescubriendo a Leopardi “ de Carlos Javier González Serrano




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